Chopard
Hablar de Chopard es hablar de refinamiento, no sólo artesanal, sino también de carácter. Fundada en 1860 por Louis-Ulysse Chopard, la maison comenzó como especialista en cronómetros de bolsillo ultraprecisos. Pero no fue hasta el siglo XX cuando Chopard se convertiría en sinónimo de algo más profundo: el arte de la elegancia, plasmado en movimiento.
Lo que hace único a Chopard es la forma en que mezcla la precisión relojera con el ojo del joyero para el detalle. En ninguna parte es eso más visible - o más encantador - que en sus Relojes Vintage. Desde el brillo caprichoso de Happy Diamonds hasta la gracia masculina de la línea L.U.C., las piezas vintage de Chopard irradian una tranquila confianza. Siempre de buen gusto. Siempre intencionadas.
En la década de 1990, Chopard hizo un audaz regreso a sus raíces en la alta relojería, estableciendo su propia manufactura de movimientos e introduciendo los calibres L.U.C., maravillas mecánicas realizadas con savoir-faire propio. Pero mucho antes, sus Relojes Vintage contaban historias de lujo discreto, orfebrería fina y un lenguaje de diseño que nunca se dejaba llevar por las tendencias, sino que era atemporal.
Los Chopard Relojes Vintage Vintage a menudo se descubren, no se pregonan: joyas ocultas que reflejan la individualidad de un coleccionista. Ya se trate de un reloj de vestir con caja de oro e índices de diamantes, o de un L.U.C. automático de los primeros tiempos, cada pieza tiene una personalidad distinta.
Llevar un Chopard vintage es abrazar el lado más suave de la sofisticación. Es para el coleccionista que valora la sutileza por encima del estatus, y que ve el lujo no en el tamaño o el precio, sino en la ejecución, la proporción y el encanto.
Chopard no persigue la atención. Se gana la admiración, en silencio, con gracia y siempre en sus propios términos.
Porque la verdadera elegancia no se precipita. No alardea.
Simplemente perdura, como un secreto bien guardado en la muñeca.